El frío de estos días, que hemos superado no sin dificultades, especialmente las personas que no se han podido defender de las bajas temperaturas porque no han contado con facilidades desde las que acceder a fuentes de calor en cualquiera de sus formas, tampoco ha pasado desapercibido en el particular mundo de la circulación o el tráfico rodado. Si nos paseamos por las incidencias y la influencia que ha tenido en Europa, vemos que han sido millones de personas las afectadas de diferentes formas, ya sea desde la imposibilidad de usar el coche para desplazarse hasta los escolares que han perdido días lectivos porque no funcionaban los servicios de transporte público. En nuestro caso, las ciudades del Norte han sido las más afectadas, aunque nosotros, especialmente las situadas al este de la provincia, también han recibido las inclemencias del tiempo con cierta virulencia.
La accidentalidad, como es lógico y era de esperar, ha aumentado estos días de forma considerable, y aunque las consecuencias no han superado significativamente las de cualquier otro fin de semana, la verdad es que se ha notado un incremento del total y que todas están relacionadas con el mal tiempo. Por otra parte, pocos habrán sido los usuarios sorprendidos y menos aún los que se hayan visto sometidos a situaciones de riesgo, puesto que la información sobre la climatología y sus consecuencias creemos que ha sido incluso excesiva en algunos momentos. Sin embargo, no han sido pocos los que han caído en su propia trampa porque sencillamente no han querido aceptar los consejos o la información que desde todos los medios de comunicación hemos ido dándoles sobre las situaciones de riesgo, o de las carreteras más peligrosas o de aquellas en la que la presencia de vehículos superaba la media. Tampoco han faltado asesoramientos a la hora de elegir rutas, de consejos sobre equipamientos e incluso hemos convencido a algunos de que lo mejor era dejar el coche aparcado.
Con todo, no han faltado los de siempre, es decir, esos que se quejan de todo, que menosprecian la labor de quienes se han dedicado por completo a las tareas propias de estos días, desde abrir las vías cerradas por la acumulación de nieve hasta regar la carretera de sal kilómetros y kilómetros para evitar la presencia de hielo. De la responsabilidad que les compete directamente a ellos, sencillamente ninguna. De si debían haber tenido en cuenta el nivel de combustible del depósito de su vehículo antes de iniciar el viaje, de si el teléfono móvil iba cargado y del resto de mínimos que no deben faltarnos en nuestro coche, es decir, de las obligaciones que son responsabilidad intransferible del usuario, de eso nada de nada. Ni cadenas, ni información bien aprendida para evitar las carreteras anunciadas como cerradas o de los puertos de montaña que ni con cadenas podían superarse. Y los hemos escuchado decir sandeces con osadía, menospreciando a los implicados en el control del tráfico y exigiendo responsabilidades al político de turno.
Y lo peor es que no aprendemos, que nos cuesta mucho aceptar que todas las estaciones del año, lo queramos o no, imponen sus condiciones, y que el invierno, porque invariablemente viene acompañado de nieve, de viento, de niebla y de lluvia intensa, merece nuestro respeto si no queremos vernos envueltos en una situación de riesgo de consecuencias imprevisibles. Evidentemente, nos puede pasar a cualquiera, pero hemos de admitir que los conductores que no valoran la situación como ésta exige, acaban siendo los elegidos como ejemplo que nos sirva al resto para no caer en la tentación de menospreciar a una estación tan exigente. Y todavía queda. Que nadie crea que el invierno ha pasado y que a partir de ahora todo irá sobre ruedas, porque se equivoca.
La accidentalidad, como es lógico y era de esperar, ha aumentado estos días de forma considerable, y aunque las consecuencias no han superado significativamente las de cualquier otro fin de semana, la verdad es que se ha notado un incremento del total y que todas están relacionadas con el mal tiempo. Por otra parte, pocos habrán sido los usuarios sorprendidos y menos aún los que se hayan visto sometidos a situaciones de riesgo, puesto que la información sobre la climatología y sus consecuencias creemos que ha sido incluso excesiva en algunos momentos. Sin embargo, no han sido pocos los que han caído en su propia trampa porque sencillamente no han querido aceptar los consejos o la información que desde todos los medios de comunicación hemos ido dándoles sobre las situaciones de riesgo, o de las carreteras más peligrosas o de aquellas en la que la presencia de vehículos superaba la media. Tampoco han faltado asesoramientos a la hora de elegir rutas, de consejos sobre equipamientos e incluso hemos convencido a algunos de que lo mejor era dejar el coche aparcado.
Con todo, no han faltado los de siempre, es decir, esos que se quejan de todo, que menosprecian la labor de quienes se han dedicado por completo a las tareas propias de estos días, desde abrir las vías cerradas por la acumulación de nieve hasta regar la carretera de sal kilómetros y kilómetros para evitar la presencia de hielo. De la responsabilidad que les compete directamente a ellos, sencillamente ninguna. De si debían haber tenido en cuenta el nivel de combustible del depósito de su vehículo antes de iniciar el viaje, de si el teléfono móvil iba cargado y del resto de mínimos que no deben faltarnos en nuestro coche, es decir, de las obligaciones que son responsabilidad intransferible del usuario, de eso nada de nada. Ni cadenas, ni información bien aprendida para evitar las carreteras anunciadas como cerradas o de los puertos de montaña que ni con cadenas podían superarse. Y los hemos escuchado decir sandeces con osadía, menospreciando a los implicados en el control del tráfico y exigiendo responsabilidades al político de turno.
Y lo peor es que no aprendemos, que nos cuesta mucho aceptar que todas las estaciones del año, lo queramos o no, imponen sus condiciones, y que el invierno, porque invariablemente viene acompañado de nieve, de viento, de niebla y de lluvia intensa, merece nuestro respeto si no queremos vernos envueltos en una situación de riesgo de consecuencias imprevisibles. Evidentemente, nos puede pasar a cualquiera, pero hemos de admitir que los conductores que no valoran la situación como ésta exige, acaban siendo los elegidos como ejemplo que nos sirva al resto para no caer en la tentación de menospreciar a una estación tan exigente. Y todavía queda. Que nadie crea que el invierno ha pasado y que a partir de ahora todo irá sobre ruedas, porque se equivoca.