Un fin de semana más que nos llega con buen tiempo. Naturalmente, disfrutar de él supone, casi siempre, que echemos mano del coche y nos decidamos a recorrer determinados trayectos en busca de paisajes y gastronomía diferente. Unas veces lo haremos cerca de la ciudad en la que residimos y otras en puntos más distantes. Sea como sea, el hecho de que el coche esté de por medio nos exige una dedicación extra si queremos desplazarnos exentos de peligrosas o desagradables sorpresas. Por ejemplo, que los neumáticos, que hace tiempo no revisamos, nos den un disgusto, o que los aceites o la batería nos dejen tirados en la carretera. Nosotros, como siempre, echamos mano de situaciones reales con el fin de alertarles de que también nos puede ocurrir a nosotros. De hecho, no será el primer vehículo que veamos detenido en el arcén de cualquier carretera esperando la grúa porque sencillamente no anda. Y como puede evitarse, como es posible eludir estos desagradables momentos, nada mejor que tener el coche a punto; no que mantengamos sobre él una atención casi enfermiza, pero sí saber que los parámetros mínimos están en perfecto estado.
El pasado fin de semana contabilizamos nada menos que doce fallecidos en nuestras carreteras. Asumirán ustedes que eran usuarios con conocimientos parecidos a los suyos, concienciados cuando conducen y prestos a atender las señales que nos encontramos en la carretera. Cómo llegan a situaciones tan extremas de las que se deduce el accidente es algo para lo que siempre encontramos la respuesta adecuada. Para unos, que la causa ha sido la distracción, y es posible; para otros, que el accidente tuvo su origen en el exceso de velocidad, y seguro que también tienen razón, y no faltan los que culpan al estado del vehículo, que tampoco podemos desdeñar. No sabemos si intencionadamente o no, pero solemos obviar el estado de la carretera, la meteorología, porque si llovía o si había niebla o granizo también debe tenerse en cuenta, la intensidad del tráfico, etc. Y es que lo quieran o no, cuando conducimos todo tiene importancia y, por tanto, cualquier detalle debe ser valorado por el conductor con el fin de mantener la velocidad o reducirla, una sencilla operación que no todos utilizamos y que, sin embargo, puede evitar el accidente.
Por otra parte, se controlan accidentes de tráfico que no siempre tienen lógica. Por ejemplo, el que sufre el conductor que mantiene la velocidad adecuada, que ha dormido y conduce descansando y con todos sus sentidos preparados, que ha comido lo justo y que no ha probado el alcohol o droga alguna. Y está ahí, justo en el instante en el que se cruza con otro vehículo cuyo conductor no está ni de lejos en las mismas condiciones físicas que él porque se excede en todo. La maldita coincidencia de tiempo y espacio, de encontrarse en donde no debía en el momento más inadecuado, acaba por verse involucrado en un accidente de consecuencias imprevisibles. Tampoco es extraño que el causante del desastre salga ileso o herido levemente del encuentro y el otro y sus acompañantes hayan resultado heridos graves cuando no muertos.
No tratamos de asustar o preocupar a nadie. Si acaso, concienciarles de que nosotros somos unos más en la carretera y que, consecuentemente, podemos participar sin quererlo ni desearlo en un desencuentro fatal. La única forma de evitarlo es no sacando el coche del garaje, pero como esta decisión no es posible por razones obvias, lo mejor es que sean previsores en todo, desde revisarlo hasta elegir el recorrido, porque en el tráfico, todo cuenta.