Cuando nosotros les advertimos de que a la carretera puede
acceder cualquiera y no necesariamente debe hacerlo en condiciones óptimas para
usar de su vehículo, no faltan los que o no quieren entender el contenido de
nuestro mensaje o sencillamente desconfían de que se den estos casos. Sin
embargo, tomen nota de los dos accidentes controlados esta misma semana y
saquen ustedes las conclusiones que crean más interesantes. El primero de los
casos nos lleva hasta Baracaldo, en donde casi en el centro de la ciudad y en
pleno día, un camión cargado de bombonas de nitrógeno líquido vuelca en una
rotonda. Hasta aquí todo normal si tenemos en cuenta que este tipo de
accidentes se da con relativa frecuencia. ¿Y por qué lo traemos ante ustedes?
Pues muy sencillo: porque el conductor iba hasta arriba de alcohol y de drogas.
Esa es la gran diferencia y evidentemente lo destacable, ya que afortunadamente
el accidente quedó solo en un vuelco y poco más. Si acaso, que dos o tres
bombonas comenzaron a arder y que los bomberos pudieron sofocar el incendio en
unos minutos, porque si se hubiera producido una explosión ésta se hubiera
llevado por delante el barrio en donde se produjo el vuelco. El conductor, por
lo que cuenta la policía local de esa ciudad, que vivía cerca, salió del camión
y, ni corto ni perezoso, lo dejó tirado y se fue a descansar en su casa, en
donde la policía lo encontró y lo detuvo después de efectuarle las
reglamentarias pruebas de alcohol y drogas.
Pero tenemos otro y casi de las mismas características.
Éste lo encontramos en Cádiz con un conductor también bebido, aunque con la
diferencia de que éste se llevó por delante a un ciclista. También llevaba
demasiado alcohol en sangre y también algo de estupefacientes, por lo que
debemos no interpretarlo como excepción y pensar que, al contrario, forma parte
de este colectivo como algo normal. Naturalmente, las consecuencias que se
puedan derivar cuando nos cruzamos con un camionero en estas condiciones son
miles, y todas gravísimas. Por lo tanto, volvemos a reiterar que en la
carretera no podemos fiarnos de nadie, que los vehículos que van y vienen
pueden ser conducidos por un desalmado con una clara merma de sus posibilidades
físicas y tener la mala suerte de encontrarnos con alguno de ellos en cualquier
curva o recta.
Si de verdad acaba implantándose el cero-cero en la
totalidad del colectivo de conductores, es decir, si de verdad el Gobierno
mantiene su palabra e introduce en el Código de la Circulación el no al
alcohol en cualquiera de sus formas, lo mismo que en las drogas, lo primero que
debería adoptarse inmediatamente después es la retirada de las bebidas
alcohólicas de la carretera, ni gasolineras ni áreas de servicio con bares o
restaurantes incorporados. Sencillamente, eliminadas. Sabemos que no sería
definitivo desde luego, pero sí que aumentaría el número de usuarios que,
obligados por ley, aceptarían de mejor gana el hecho de que sean todos y no
solo una parte de los usuarios los que no podían ingerirlas. El no al alcohol
parece que es una decisión que el Ejecutivo tiene muy avanzada y que, por
supuesto, serviría para aliviar las cifras de accidentes mortales registrados
en nuestro país, porque recordemos que más del treinta por ciento de los
muertos en las carreteras están ligados al consumo de alcohol.
A todo esto, reivindicar al resto de usuarios la ineludible
necesidad que tenemos todos de aceptar las normas actualmente en vigor en su
propio beneficio, aunque solo sea por egoísmo, no parece excesivo. Es más, teniendo
en cuenta lo que se nos viene encima en cuanto a pérdida de puntos y pellizco
económico a la de ya de por sí paupérrima cuenta corriente, lo creemos hasta
necesario. Como siempre que tenemos oportunidad de decírselo a ustedes, la
mejor manera de evitar ayudar a mejorar la economía de Tráfico es no transgredir la ley. Y esto,
evidentemente, está en nuestras manos. Así que ustedes mismos.