Con el otoño campando a sus anchas, lo que quiere
decir que la meteorología cambia sin previo aviso y que lo mismo nos encontramos
con niebla o con lluvias torrenciales de manera inesperada, no conviene perder
de vista las formas que personalmente entendemos que más rendimiento nos
aportarán durante el viaje. Lo primero que se nos ocurre es recordarles que a
partir de ahora se inician unos meses especialmente rigurosos para nuestro
vehículo, sobre todo si éste duerme en la calle la mayor parte del día o la
noche. Con esto queremos convencerles de que ya están tardando en darse una
vuelta por su taller de confianza en busca de asesoramiento técnico en el
apartado aceites, anticongelante, líquidos y neumáticos. Naturalmente, no
perdemos de vista la crisis que padecemos solos y en conjunto, pero, como
dijimos la semana pasada, si la situación económica no nos lo permite, lo mejor
es que dejemos nuestro automóvil más tiempo aparcado que circulando; todo antes
de seguir usándolo siendo conscientes de no está al cien por cien de sus
posibilidades, especialmente en el apartado neumáticos.
El frío, la lluvia e incluso la nieve nos exigen
conducir nuestro vehículo en perfectas condiciones si no queremos vernos
involucrados en situaciones peligrosas. Y no nos sirven los argumentos que ahora
se esgrimen más que nunca, es decir, aquellos que aseguran que su vehículo puede
seguir porque tampoco está tan mal o que, como solo circula por la ciudad, no
tiene necesidad de revisarlo como si lo hiciera por carretera. Y lo que no
entendemos del todo es que este tipo de justificaciones nos las hagan llegar
personas avezadas en la conducción, con experiencia de sobra en situaciones de
riesgo, sencillamente porque no siempre es obligatorio poner dinero de por medio
si queremos mantener en buen estado nuestro coche y sí controlarlo regularmente
aunque de forma superficial. Es el caso, sin ir más lejos, del equipo óptico, de
las luces de posición, la larga y la corta, de freno, de marcha atrás y las
intermitencias, y de gálibo cuando correspondan. ¿Qué nos cuesta echarles un
vistazo? Siendo conscientes de que la época que se nos viene encima necesita de
más iluminación porque las horas de luz son menos y que la meteorología es más
adversa, ¿por qué somos tan remisos a una acción que no demanda tiempo ni
esfuerzo?
Es verdad que el mantenimiento de un vehículo,
siempre que coincida con los cambios de líquidos, aceites y filtros que exige el
fabricante, nos supone una inversión a tener en cuenta, pero en ningún caso
justifica que lo dejemos para más adelante, para cuando dispongamos de dinero y
poder atender el pago de la factura, y mientras tanto lo usemos como si tal
cosa. Es más, lo más probable es que esta despreocupación puede acabar en una
avería de complicada recuperación y desde luego mucho más costosa de la que
hemos ido evitando. Los automóviles modernos, repletos de tecnología y con
infinidad de testigos que nos alertan de que algo va mal, demandan del
propietario o conductor habitual una serie de comprobaciones casi rutinarias y
que no tienen más finalidad que la de evitar males mayores, que es cuando de
verdad la avería puede suponernos un desembolso extraordinario.
Finalmente, es bueno saber que el consumo aumenta
en época de frío y no conviene que perdamos de vista este detalle precisamente
porque los precios de los carburantes están por las nubes. Y es que alcanzar la
temperatura ideal del motor y sus componentes e integrantes, como es el caso de
los aceites, anticongelantes y demás, se consigue mucho más tarde y, mientras
tanto, demanda más carburante. Eso sí, si quiere evitar una avería de calado,
pídale a su vehículo las prestaciones poco a poco. Es lo mejor para su bolsillo
y su coche.